Feeds:
Entradas
Comentarios

Archive for enero 2013

Qué desastre, qué poca seriedad: dos meses sin actualizar el blog. ¿Por un buen motivo? Si trabajar hasta echar el bofe es un buen motivo, pues sí, por un buen motivo. El libro de Cavell, del que hablaré pronto, me está llevando por el camino de la amargura. He perdido ya la cuenta de las horas invertidas, de las bibliotecas visitadas, de los libros consultados, de los amigos perdidos soportando disertaciones sobre Wittgenstein…

Y como cuando servidor la lía, la lía bien, no se me ocurrió nada mejor que apuntarme al curso de edición del Taller de los Libros, organizado por un puñado de pequeñas editoriales, que me robará dos tardes a la semana hasta mayo. Por suerte parece que el dinero está bien invertido y, con un poco de suerte, los concimientos que vaya sacando sobre el mundillo del libro se traducirán en algún dato interesante que trataré de plasmar en el blog y en los trujamanes que sigo escribiendo (cuando puedo) para el Instituto Cervantes.

Para colmo, han venido las fiestas, y la pereza y la resaca me han impedido sentarme al teclado aunque sea para comentar algo sobre las nuevas adquisiciones malapartianas: un ejemplar de la primera edición castellana de Don Camaleón, traducido por Maria Bages (cortesía de José Antonio de Juan, eterno proveedor de sorpresas bibliográficas), y otro de Mujer como yo (pescado en la maravillosa librería Fènix de Badalona), traducido por Dionisio Ridruejo, de quien ya hemos hablado aquí anteriormente. El primero es un texto «a medio camino entre el panfleto y el divertimento» en el que Malaparte «desenmascara a su personaje [Mussolini] sin andarse con chiquitas» (Maurizio Serra, Malaparte: vidas y leyendas, trad. Juan Manuel Salmerón, Barcelona Tusquets, 2012, pág. 117). El libro fue escrito en 1926 y empezó a publicarse por entregas en 1927 (según Giordano Bruno Guerri) o 1928 (según Malaparte en el prólogo) en La Chiosa, el suplemento literario del Giornale di Genova. Antes de aparecer entero, Mussolini ordenó su interrupción y el secuestro del manuscrito. La edición española (Barcelona, José Janés, 1952) incorpora un interesante prólogo de 1946 donde el autor, además de explicar «de cuántas calamidades fue causa mi pobre Don Camaleón» (pág. 11), habla de la relación entre escritura, política, exilio y censura con ese estilo afilado que es la gran seña de identidad de su obra de corte más ensayístico. Una muestra (pág. 6):

A los emigrados políticos debo decirles, con honesta cortesía, que un escritor no rompe su pluma sólo porque existe un tirano que le prohíbe escribir libremente, sino que la templa y aguza e intenta escribir entre líneas, decir veladamente aquello que le está prohibido decir abiertamente; que en un país sujeto a un tirano no se puede escribir abiertamente contra la tiranía; que si es legítimo huir a un país extranjero y libre para substraerse a las persecuciones[,] no es honesto y leal reprochar, desde aquel lejano y seguro refugio, a los que permanecieron en Italia, el no haber arrojado la máscara, como solían decir, y el no haberse enfrentado, a pecho descubierto e inermes, con aquella misma tiranía a la que ellos, huyendo, se substrajeron.

Don Camaleón-Mujer como yoMujer como yo se publicó en italiano en 1940. De su lectura, encerrado en un autobús durante un largo viaje de invierno entre Berlín y Aarhus,  guardo un recuerdo deslumbrante. Por entonces estaba traduciendo Kaputt, y Malaparte y los peregrinajes en bicicleta por los bares berlineses con Marina, Ghada, Steffen y María eran casi mi única dedicación. Según el biógrafo Giordano Bruno Guerri, el libro, junto a Sangre, «está considerado por la crítica literaria como la prueba más refinada y lograda del Malaparte narrador». Y añade: «La pureza del estilo, la refinada técnica narrativa, la felicidad de las imágenes, hiceron olvidar la farragosa frialdad de Evasiones en la cárcel [caracterización con la que servidor no acaba de estar de acuerdo] y demostraron que Malaparte seguía vivo y vital en la literatura italiana» (L’arcitaliano: vita di Curzio Malaparte, Milán, Bompiani, 2008, pág. 177). La traducción de Ridruejo (Madrid, Guadarrama, 1958) va precedida de una «nota informativa» sin firmar (aunque sin duda debida a la mano del traductor) donde se traza un sucinto pero fiel perfil del autor y se ofrecen unas cuantas observaciones sobre la labor trujamánica (pág. 13):

No se ha intentado llegar en esta traducción al último extremo del rigor […]. El texto ha sido tomado, quizá, demasiado en grueso y los escrupulosos podrán culparnos justamente de falta de paciencia. Aparte de eso, creemos que la traducción expresa con fidelidad el original italiano. Siempre que el castellano ha sido capaz de asimilar sin violencia la traslación literal de las palabras y el respeto a la construcción del autor, así se ha hecho. En ocasiones estas fidelidades se han sacrificado a los imperativos del idioma y a otra finalidad tonal y musical que la prosa del autor traducido merecía.

Read Full Post »