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Archive for septiembre 2011

Nuevo curso

Terrible cosa es no irse de vacaciones y quedarse en Barcelona a merced del mosquito tigre, de la humedad sofocante y del turismo de alpargata y calcetín. Por suerte, he trotado mil locales con mi amigo Crespo, he visitado varias playas maravillosas, he liquidado la última temporada de Cómo conocí a vuestra madre y he podido verme con varias amistades queridas y lejanas. Con la suerte, además, de terminar el verano con un largo fin de semana en Tarragona, en casa de Ramón, rodeado de libros chiripitifláuticos, gatitas taimadas, aguas limpias e inacabables charlas sul belvedere.

¿Y ahora qué? Pues ahora a finiquitar Dark Market, el libro de Misha Glenny que en breve publicará Destino; despedirme de las cajas de libros de Valentina –que ya ha vuelto de Ibiza y me deja sin Coccioli, Mazzantini, Morante, Thirlwell y Tondelli–, y a aguardar la salida de Cleopatra y de un librito de Roberto Pavanello, mi primera traducción al catalán (curiosamente para una editorial madrileña). Entretanto, tomar aliento y prepararme para un encargo que me llena de ilusión: Il treno dell’ultima notte, penúltimo libro de Dacia Maraini, una incursión más de un servidor en los recovecos mitteleuropeos que, si todo va bien, podré terminar en Nueva York en enero (merci, Roser; crucemos dedos y pongamos velitas).

Pensándolo bien, quizá no ha sido tan terrible…

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En el capítulo III de Kaputt, encontramos una canción careliana que Malaparte transcribe así:

siell mie pàimelauluin làuluin
min muamo mièroon sùori
Kàrialan maill kulakäköset guk-kuup

La transcripción que utilicé, por consejo de Satu Ekman, fue ésta:

siell mie paimenlauluin lauluin
min muamo mieroon suori
Karjalan maill kulakäköset gukkuup

Que en traducción de Satu sería:

Allí cantaba mis canciones de pastor,
mi madre fue llevada a la mendicidad
en las tierras de Carelia los cuclillos de oro hacen cucú

Tanto ella como Dulce Fernández Anguita me dijeron que existía otra versión:

siell mie paimoivirzie lauloin,
nyt eis on mieron piha.
Karjalan mail kuldakägözet kukkuu

La traducción de la cual –siempre según Satu– sería:

Allí cantaba mis canciones de pastor,
ahora estoy llevada a la mendicidad.
En las tierras de Carelia los cuclillos de oro hacen cucú.

Una curiosidad de tipo textual: en relación al original que yo manejé, las versiones castellana, alemana, francesa e inglesa transcriben kuldakäköset por kulakäköset y Karjalan por Karialan, lo que me hace pensar que los originales de la novela anteriores a la edición de Aria d’Italia (1950, con correcciones del autor) traían esas lecciones. Ni Luigi Martellini ni Giorgio Pinotti mencionan variantes en los aparatos críticos de sus respectivas ediciones.

Por cierto, la traducción de R. Coll Robert trae una nota: «Versos de casi imposible traducción a nuestro idioma, por estar formados por palabras del dialecto careliano intercaladas con diversas onomatopeyas».

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Alegra que, ni que sea con frecuencia de cuentagotas, se siga mencionando a Malaparte en la prensa. Hoy os invito a leer dos artículos publicados en La Vanguardia los pasados meses de mayo y junio.

En el primero, Joan de Sagarra (quien ya escribió en el El País –4 de octubre de 1998, edición Cataluña– un artículo a cuento de la edición de quiosco de La piel) comenta una encuesta realizada con motivo del centenario de Gallimard; en ella, dos escritores franceses apuntan a Malaparte como uno de los autores más representativos del siglo xx, con lo que Sagarra no puede sino felicitarse por el «inminente descubrimiento, redescubrimiento, del escritor, del extraordinario escritor».

En el segundo, Valentí Puig comenta la recuperación de Malaparte en España gracias a Kaputt, La piel y El compañero de viaje. Quisiera destacar una frase: «Del tremendismo de Malaparte mucho se ha dicho, olvidando a veces que en su tiempo pasaban cosas tremendas».

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No seamos altivos, y aceptemos las situaciones de hecho. En la «sociedad contemporánea», la Eneida empieza por ser si acaso una narración en buena prosa romance, no un poema latino en doce cantos. Si no hacemos sitio a la prosa, no lo encontraremos para el poema. Si no asumimos que el trecho mayor del camino hacia los clásicos ha de discurrir a través de sus recreaciones, adaptaciones, resonancias en la literatura y en el lenguaje (y desde luego «in translation», como en un buen college), los relegaremos definitivamente a manjar para filólogos, a «institución», artificial y remota.

Divulgar no por fuerza tiene que ser desprestigiar. Ni traducir –digámoslo una vez más–, traicionar. Palabra de Francisco Rico.

[Fuente: Francisco Rico, «Antiguos y modernos», en Los discursos del gusto, Barcelona, Destino, 2003, p. 277.]

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